Eso de que todo depende de según como se mire ya nos lo imaginábamos algunos, mucho antes de que los plastas de Jarabe de Palo se dedicaran a canturrearlo con la repetitiva y enervante falta de originalidad que les caracteriza. Aún así todavía hay quien se queda perplejo ante la sola idea de que una misma realidad pueda interpretarse de modos diferentes en función de en qué contexto se observe, siendo este defecto uno de los más perniciosos males de nuestro tiempo.
Tomemos como ejemplo a Irán. El mundo entero se indigna (y mofa) ante lo ocurrido a dos jugadores del Persépolis, que han sido duramente castigados por la Federación de Futbol del país tras introducir uno de ellos la mano entre las nalgas del otro durante la celebración de un gol.
Poco ha importado que el infractor (un tal Nosrati) declarara que aquel tocamiento no había sido más que una inocente gracieta: Su actuación ha sido objeto de contundentes críticas por parte de las autoridades, que no han dudado en suspenderle indefinidamente junto a su “victima”, de nombre Sheis Rezaei, que aún puede decir que ha tenido suerte al haber sido sancionado “solo” de cara a los próximos dos partidos.
Por si fuera poco, el entrenador del club (toda una celebridad nacional, al parecer) ha salido también trasquilado, expulsado como consecuencia de este ridículo episodio que, a ojos de cualquier occidental, carecería de la más mínima importancia. Ante lo que a todas luces no es más que un risible e inexplicable exceso de puritanismo ¿qué tal si probamos con un punto de vista alternativo?
¿Verdad que este mismo suceso, de haber tenido lugar entre un hombre y una mujer, hubiera sido calificado en nuestro país de “agresión sexual” automática e indiscutiblemente?
¿No es cierto que, en esas circunstancias, decenas de asociaciones feministas se hubieran lanzado al cuello de todo aquel que pudiera haber sido considerado como mínimamente responsable? ¿Y no creen que, del mismo modo que ha sucedido en Irán, habrían acabado rodando las cabezas de todos ellos?
Pues desde el punto de vista de la sociedad iraní, la emisión en directo de un toqueteo íntimo (y no consentido, recuerdo) entre hombres supone una indecencia sencillamente intolerable y digna de toda censura. ¿Quiénes somos, desde aquí, para opinar a este respecto? ¡Pues nadie! De igual forma que ningún extranjero tendría derecho a reprocharnos que en España esté perseguida la difusión de imágenes en las que una mujer esté siendo maltratada o agredida.
Y es que sólo la incapacidad de muchos europeos para ponerse en los zapatos de aquellos que practican el Islam es responsable de que, una y otra vez, nos formemos ideas peligrosamente equivocadas desde este lado del mundo sobre los que habitan aquel otro. Pondré un ejemplo más:
Resulta que esta semana (la madrugada de ayer Jueves concretamente) la redacción de un periódico francés titulado Charlie Hebdo ha sido atacada e incendiada con cocteles molotov como respuesta a unas caricaturas satíricas publicadas con motivo de la reciente victoria de los islamistas en las pasadas elecciones tunecinas.
¡Que barbaridad! ¿Dónde vamos a parar? Anda que no están locos los moros estos ¿no? Porque todos sabemos que la libertad de expresión es básica para el correcto funcionamiento del estado de derecho, y un inofensivo garabato ridiculizando la figura del Profeta no es razón suficiente para prenderle fuego a nada ¿verdad?
Verdad, pero depende. Porque luego tiras de hemeroteca y descubres fotografías como esta, cortesía de los Indignados italianos que el pasado 15 de octubre decidieron tomar al asalto una parroquia para destrozar una imagen de la Virgen María y piensas… coño, a ver si esta gente lo único que pretende es defender su credo frente a ataques gratuitos, oportunistas, crueles e injustificados…
Igual si al primer modernete que tuvo la ocurrencia de cachondearse de la Fé de los cristianos le hubieran calentado los morros al estilo moruno, ahora esa Virgen seguiría en su sitio, intacta tal y como se mantienen los lugares de culto del Islam en todas partes del mundo. ¿O es que, si un iluminado distribuyera internacionalmente un periódico en el que se afrentase gravemente a tu pareja, preferirías quedarte de brazos cruzados en nombre de la libertad de prensa? ¿Depende? ¡Venga ya!
Ojito, que no digo que me parezca aceptable el uso de la violencia bajo ninguna circunstancia. Me limito a afirmar que quienes veneran a Mahoma ya han comprobado como no pocas religiones que se quedaron paradas ante las primeras faltas de respeto han acabado usadas como recurrente punching-ball (los católicos los primeros), y no están dispuestos a que con la suya suceda lo mismo. Ese es su punto de vista, y también el de cualquiera que sustituya la palabra “religión” por “madre”, “padre”, “hijo” o “hija”. Y contrapuesto al nuestro posiblemente tenga todas las de ganar.
Así que, una vez de acuerdo en que por un lado están las cosas tal y como las vemos desde aquí, y por otro lado están las cosas tal y como las ven desde allá… ¿deberíamos atrevernos con una tercera óptica? ¿Y si el hecho de que, justo hora, se distribuyan noticias tan difíciles de asumir fuera de contexto en una sociedad como la nuestra, que tan poco comparte con el mundo árabe, tuviera una motivación oculta?
No es ninguna novedad que el Islam viene perfilándose, de una década a esta parte y gracias a constantes e implacables maniobras de propaganda política, como el principal enemigo de la sociedad occidental y de los valores de libertad e igualdad que en teoría ésta representa. Tampoco sorprenderá a nadie advertir que las revueltas últimamente acaecidas en diversos países del norte de África (si, Túnez entre otros) guardan estrecha relación con el conveniente uso que los dirigentes le han dado a una amenaza que (nos cuentan) se cierne inmisericorde sobre nuestras cabezas, de igual forma que ésta está directamente vinculada con los futuros conflictos que han de tener lugar, sin ningún género de dudas, a lo largo de las próximas semanas en países como Siria y (¡Oh, cielos!) Irán.
Habrá quien tache mis conjeturas de estrambóticas, pero cuando los medios de comunicación de masas nos sirven en bandeja historias tan jugosas y polémicas como éstas justo en momentos tan delicados como los que estamos atravesando, no puedo evitar sospechar de la existencia de un tercer punto de vista expresamente diseñado para la ocasión:
Se nos prepara para aceptar como algo lógico, inevitable y hasta cierto punto deseable la invasión por parte de fuerzas de la OTAN de naciones islámicas soberanas mediante una hábil y retorcida maniobra de manipulación de nuestras conciencias.
¿Acaso el día que nuestros dirigentes nos aseguren que “es necesario bombardear Irán para evitar que extienda su maldad al mundo libre” muchos no relacionarán ese nombre precisamente con el país que castigó injustamente a dos futbolistas y un entrenador por una pacífica tocada de culo?
¿Quién saca mayor beneficio del atentado contra la redacción de Charlie Hebdo? ¿Los fieles mahometanos que así vengan el agravio, o las potencias occidentales que, con la excusa de que los países árabes se han convertido en un hervidero integrista, van a estar de ahora en adelante legitimados para tutelar (y esquilmar) Túnez y aledaños con el consentimiento de toda su ciudadanía?
Obviamente el hecho de que nos mostremos contrarios a las barbaridades que perpetran nuestros gobiernos no garantiza en absoluto que no vayan a continuar haciendo lo que les venga en gana… pero seguro que actuar sin el apoyo de una gran parte de los ciudadanos les resulta, como mínimo, un poquito más incómodo. Por ello, seamos críticos y conscientes ante determinadas noticias y no olvidemos que lo que aquí parece negro azabache puede verse blanco nuclear en otros lares.
“Si hay un secreto del buen éxito, reside en la capacidad para apreciar el punto de vista del prójimo y ver las cosas desde ese punto de vista así como del propio”, dijo Henry Ford hace casi un siglo.
Y es que, desde siempre, todo depende.
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