La empresa seleccionada para distribuir la señal televisiva del controvertido viaje a España de Benedicto XVI es nada menos que Overon. Un nombre que a la mayoría no les dirá nada, pero que resulta muy familiar a los que conocemos mínimamente el apestoso mundillo audiovisual.
Overon se define a sí misma como "la compañía líder del sector de transporte audiovisual en España" y pertenece a Mediapro, propietaria tanto del panfleto diario Público como del único canal de televisión capaz de seguir dorándole la píldora al Gobierno tras su patética y calamitosa gestión: La Sexta. De hecho, el edificio de la cadena gubernamental colinda con el de Overon, estando ambos situados en la calle Viriato de la Ciudad de la Imagen de Pozuelo.
El dueño del 33% de las acciones de Mediapro es un tipo llamado Jaime Roures, amiguito del (políticamente) difunto Zetapé, al que debe la concesión de la última licencia de televisión analógica en abierto. Un comunista, troskista e independentista millonario con un enorme parecido al villano de los Pitufos, el pérfido Gargamel. Un señor que admite que no trabaja... sino que milita, aunque muchos ya lo sospechábamos mucho antes de que lo revelase en una entrevista.
Leo que han sido los propios responsables de la organización de la JMJ quienes han elegido, de entre otras muchas empresas, precisamente a Overon para cubrir el acontecimiento. ¿Están tontos estos muchachos? ¿O están tan ocupados con los preparativos que no han sacado un rato libre para recabar información sobre las opiniones que desde la empresa del señor Roures se vierten a diario sobre la Iglesia en general y el Papa en particular?
Tal vez no han tenido tiempo de leer en Público como se califica la visita del Santo Padre de golpe de estado o de terrorista al mismo Estado Vaticano que Ratzinguer representa. Puede que no recuerden el tratamiento que suele darse desde La Sexta a la figura del Sumo Pontífice, de cara tanto a pasadas visitas como a la que este Agosto tendrá lugar. La contradicción es comparable a que un club gay colocara como seguridad privada a una escuadra de Falange, o a que un alcalde del PP en el País Vasco tuviera de guardaespaldas a una panda de pistoleros de la ETA: Poco importa lo excelentemente capacitados que se encuentren para desempeñar la tarea cuando se trata de personas o colectivos abierta e inequívocamente posicionados en contra de quién les contrata.
Lo cierto es que Rouco va a pagar a Mediapro por retransmitir las imágenes de la Jornada Mundial de la Juventud mientras que, al mismo tiempo, los principales medios de comunicación del grupo continuarán la campaña de boicot a la Iglesia a la que nos tienen acostumbrados. Una situación incoherente que habla muy mal de Monseñor pero aún peor del troskista Roures, que demuestra que es perfectamente capaz de servir a dos amos si el salario es lo suficientemente suculento.
Así, mientras que por un lado sus convicciones le impulsan a difundir opiniones anticlericales en los medios que domina, su insaciable ánimo de lucro le empuja por otro a presentarse a un concurso en el que ha competido por dar la cobertura necesaria a un líder religioso del que, si fuese coherente con la ideología que pregona profesar, no debería querer ni oír hablar.
comiendodetergente.blogspot.com
Overon se define a sí misma como "la compañía líder del sector de transporte audiovisual en España" y pertenece a Mediapro, propietaria tanto del panfleto diario Público como del único canal de televisión capaz de seguir dorándole la píldora al Gobierno tras su patética y calamitosa gestión: La Sexta. De hecho, el edificio de la cadena gubernamental colinda con el de Overon, estando ambos situados en la calle Viriato de la Ciudad de la Imagen de Pozuelo.
El dueño del 33% de las acciones de Mediapro es un tipo llamado Jaime Roures, amiguito del (políticamente) difunto Zetapé, al que debe la concesión de la última licencia de televisión analógica en abierto. Un comunista, troskista e independentista millonario con un enorme parecido al villano de los Pitufos, el pérfido Gargamel. Un señor que admite que no trabaja... sino que milita, aunque muchos ya lo sospechábamos mucho antes de que lo revelase en una entrevista.
Leo que han sido los propios responsables de la organización de la JMJ quienes han elegido, de entre otras muchas empresas, precisamente a Overon para cubrir el acontecimiento. ¿Están tontos estos muchachos? ¿O están tan ocupados con los preparativos que no han sacado un rato libre para recabar información sobre las opiniones que desde la empresa del señor Roures se vierten a diario sobre la Iglesia en general y el Papa en particular?
Tal vez no han tenido tiempo de leer en Público como se califica la visita del Santo Padre de golpe de estado o de terrorista al mismo Estado Vaticano que Ratzinguer representa. Puede que no recuerden el tratamiento que suele darse desde La Sexta a la figura del Sumo Pontífice, de cara tanto a pasadas visitas como a la que este Agosto tendrá lugar. La contradicción es comparable a que un club gay colocara como seguridad privada a una escuadra de Falange, o a que un alcalde del PP en el País Vasco tuviera de guardaespaldas a una panda de pistoleros de la ETA: Poco importa lo excelentemente capacitados que se encuentren para desempeñar la tarea cuando se trata de personas o colectivos abierta e inequívocamente posicionados en contra de quién les contrata.
Lo cierto es que Rouco va a pagar a Mediapro por retransmitir las imágenes de la Jornada Mundial de la Juventud mientras que, al mismo tiempo, los principales medios de comunicación del grupo continuarán la campaña de boicot a la Iglesia a la que nos tienen acostumbrados. Una situación incoherente que habla muy mal de Monseñor pero aún peor del troskista Roures, que demuestra que es perfectamente capaz de servir a dos amos si el salario es lo suficientemente suculento.
Así, mientras que por un lado sus convicciones le impulsan a difundir opiniones anticlericales en los medios que domina, su insaciable ánimo de lucro le empuja por otro a presentarse a un concurso en el que ha competido por dar la cobertura necesaria a un líder religioso del que, si fuese coherente con la ideología que pregona profesar, no debería querer ni oír hablar.
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